Ya solo de ver como se la estaba camelando a base de piropos en el jardín de su casa y observar sus sonrisas al escucharlos, era evidente que ella se estaba calentando cada vez mas. Una simple invitación con un gesto para que entrara en la casa y un ratito de lujuria con un desconocido no es algo tan escandaloso cuando se tiene hambre de sexo.